Como las adicciones químicas, las nuevas adicciones a los videojuegos, al telefono móvil, al whatsapp o a las redes sociales han venido a camuflar el dolor
y las carencias emocionales de las personas o a rellenar el vacío de estímulos internos de los humanos.
Los mensajes digitales son rápidos, cortos e impactantes, produciendo estimulaciones intensas, breves y muy adictivas. También favorecen una cultura de la imagen
superficial, ocultando temporalmente los problemas de identidad de cada uno.
De esta manera, la persona adicta se va despersonalizando y abandonando el interés por otros aspectos vitales, como la vocación o las relaciones profundas.
El tratamiento tiene que ser lo más precoz posible e intensivo y resulta por lo general efectivo.
El consumo abusivo de alcohol puede convertirse en un problema grave en los jóvenes con inestabilidad emocional o problemas de identidad, pues pueden
encontrar en el alcohol el único refugio de sus sentimientos de vacío y de falta de sentido, desarrollando así una dependencia crónica del alcohol.
En las personas adultas, el abuso de alcohol está relacionado con carencias emocionales y con un manejo inadecuado de la frustración y de la ira y puede pasar
desapercibido para los demás muchos años, manifestándose clínicamente en fases tardías y cronificadas.
Por ello es de extrema importancia la intervención precoz ante cualquier signo que indique un consumo de alcohol por encima de lo común en el entorno social
o familiar.
Ya que la cocaína es una droga extremadamente adictiva, es muy difícil que una persona que la pruebe pueda predecir
o controlar hasta dónde continuará deseándola o consumiéndola. Asimismo, si la persona se vuelve adicta, el riesgo de
recaídas es alto aún después de periodos largos de abstinencia.
Durante periodos de abstinencia del uso de cocaína, el recuerdo de la euforia asociado con su uso, o solamente una referencia
a la droga, puede disparar un deseo incontrolable de consumirla y terminar en una recaída.
El uso regular del cannabis produce en la adolescencia un retardo de la maduración de la personalidad, mediante el mecanismo de
la evasión psicológica. El adolescente que fuma cannabis vive alejado de los problemas que le plantea la vida, impidiendo el desarrollo
de los mecanismos de resiliencia y de tolerancia al estrés y a la frustración.
El efecto del cannabis es lento, insidioso y difícil de
detectar al principio, lo que lo hace más peligroso aún.
La familia es un sistema constituido por afectos y representaciones entre sus miembros.
Cada miembro se ve reflejado en las miradas del otro y las compara con las miradas hacia los otros miembros.
Cada miembro familiar se hace también una representación del mundo interno de los otros. Siendo tanto lo que
los hijos esperan de los padres, y lo que los padres esperan de los hijos, se entiende ahora que los trastornos
emocionales de uno de los miembros reflejan interacciones afectivas del resto de los miembros de la familia.
La detección y el saneamiento de estas interacciones constituye la justificación y el objetivo de la terapia familiar
que utilizamos de manera habitual en los trastornos que afectan a los más jóvenes o donde se dan problemas de inmadurez
conductual.
La adicción es una enfermedad crónica y recurrente del cerebro. Se basa en la búsqueda
del alivio a través del consumo o uso de sustancias u otras conductas similares. El desarrollo
de esta conducta implica para la persona adicta la incapacidad de controlarlo, dificultad para
abstenerse, deseo del consumo, disminución del reconocimiento de los problemas derivados de la
adicción y en las relaciones interpersonales, así como una respuesta emocional disfuncional
Este tipo de conductas reduce de la calidad de vida del individuo en todos los aspectos desde el de las
relaciones con otros hasta problemas de salud.
Además de las adiciones a las sustancias tóxicas (drogodependencias), existen varias adicciones hacia el juego
y las apuestas (ludopatía), el sexo (ninfomanía), las nuevas tecnologías(tecnofilia), videojuegos o el
móvil (nomofobia).